Guadalajara, Jalisco / Redacción:
Javier desapareció el 1 de febrero de 2018, su familia lo buscó durante casi nueve meses y las autoridades de Jalisco tuvieron su cuerpo durante todo ese tiempo; su cadáver es uno de los cientos que fueron tratados con negligencia por el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) y sólo fue identificado por la presión social tras el escándalo de los cuerpos apilados en cajas de tráiler.
De los asesinos de Javier nada se sabe, pero quienes lo desaparecieron fueron funcionarios cuyos nombres aparecen en la página 229 del informe especial presentado por la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ), tras la crisis forense que revelaron los tráileres.
Sus últimas horas
Alrededor de las 22:00 horas del 1 de febrero Javier de 36 años, salió de la casa de sus padres en el centro de Tlaquepaque para ir con una amiga, pero ya no volvió. Por sus medios su familia ha logrado armar una parte de lo que ocurrió aquella noche: a las 23:00 horas alguien comenzó a llamarle sin éxito a su teléfono, más de 20 llamadas de un número desconocido están registradas en su línea.
Su teléfono dejó de funcionar a la una de la mañana del 2 de febrero y la última geolocalización que se obtuvo fue en la colonia Álamo Industrial; a las 3:00 horas murió asesinado con un tiro en la cabeza y el 3 de febrero su cuerpo se localizó en la cajuela de su auto, abandonado sobre la carretera cerca del municipio de Tala.
Pero las autoridades no hicieron nada por identificarlo. En el informe de la CEDHJ se documenta que en casos como el de Javier, quienes encontraron el cuerpo se limitaron a llenar un informe policial homologado y solicitaron “los dictámenes periciales necesarios”, sin especificar datos del hecho, actos de investigación a realizarse y omitiendo solicitudes concretas de pruebas periciales al IJCF.
“Se desapareció”
Así comenzó la desaparición del cuerpo de Javier. Por eso, cuando su familia acudió a reportarlo en la Fiscalía y fue a buscarlo al forense nadie pudo darles información; esa escena se repitió a diario durante tres meses.
“Cuando veíamos noticias sobre la aparición de cuerpos en algún lugar pensábamos en él y teníamos la esperanza de que no fuera así, de que tal vez lo tuvieran haciendo algo contra su voluntad, pero vivo”, recuerda una de sus hermanas.
Cuando en septiembre del año pasado se divulgó la noticia de los tráileres con cuerpos, los padres de Javier volvieron a insistir ante las autoridades, y a mediados de octubre un par de policías investigadores les dijeron que en el Servicio Médico Forense había un cuerpo con las características de su hijo. Les pidieron que se hicieran una nueva prueba de ADN (la sexta) para confirmar, pero debido al colapso de los servicios periciales, éstas se realizaron semana y media después.
El jueves 25 de octubre llegaron al IJCF a las 11:00 de la mañana, el resultado del examen fue positivo, les mostraron una foto con la cicatriz de una operación de pulmón en la espalda; era el cuerpo de Javier. Se enteraron entonces que hacía más de nueve meses que estaba ahí.
Ni el auto reportaron
“El carro también estaba en el corralón desde el día que lo encontraron y tampoco informaron de su hallazgo, a pesar de estar reportado como robado, incluso la aseguradora lo pagó”, recuerda la hermana de Javier.
“Perdón, no es cosa de nosotros, no es nuestra culpa”, fue la respuesta de los funcionarios que pretendían hacerlos volver al día siguiente para entregarles el cadáver. La madre de Javier se plantó ahí mismo y logró recuperar el cuerpo de su hijo a la 23:00 horas, pero no pudieron cremarlo como planeaban, porque se trataba de un delito sin resolver. Les advirtieron que los restos siguen a disposición de la Fiscalía.
El Universal / Vox Populi Noticias