Durante los días 1 y 2 de noviembre, las familias mexicanas colocan una ofrenda, para recibir a sus seres queridos en el Día de Muertos. —Una tradición que simboliza la conexión entre los vivos y los muertos—. Uno de los elementos esenciales en estas ofrendas es el agua y la sal, que tienen significados profundos y aportan más que simple decoración.
El simbolismo del agua y la sal en el Día de Muertos
El agua y la sal en una ofrenda de Día de Muertos no son simples adornos; su presencia cumple un propósito fundamental.
El agua, colocada en el altar, alivia la sed de las almas en su trayecto desde el inframundo. Este viaje espiritual es extenso, y el agua se convierte en un símbolo de pureza y vida, recordándonos que, aunque físicamente no estén, los seres queridos siguen presentes en nuestras vidas. Colocar agua junto a una veladora también ayuda a que las almas encuentren su camino hasta la ofrenda. Y puedan regresar al más allá con paz.
Por otro lado, la sal tiene un papel protector. —Desde tiempos antiguos, la sal ha sido un símbolo de purificación. Al poner una pequeña cruz de sal junto a la foto del difunto, se busca que su alma esté protegida de energías negativas durante su visita al mundo de los vivos—. “Se cree que este acto simboliza el deseo de que las almas lleguen puras y libres de maldad”.
La ofrenda: una conexión viva entre pasado y presente
Cada objeto en la ofrenda tiene un propósito especial, como las velas que iluminan el camino o el agua que alivia a las almas.
Mediante este simbolismo expresa el profundo respeto hacia los seres que ya no están, manteniendo viva su memoria en quienes los recuerdan. —Aunque para destacar, la forma de las ofrendas puede variar entre regiones de México, el espíritu es el mismo: honrar y celebrar la vida de quienes han partido—.