Para muchas personas, el beisbol es un deporte. Para los Gil, es parte de su ADN. Mateo Gil creció admirando a su héroe, pero no estaba en la televisión. Lo tenía en casa. Mientras otros niños coleccionaban estampas de Grandes Ligas, él tenía a su papá como modelo. Benjamín Gil fue shortstop en MLB desde 1993. Jugó con Rangers y Angels. Hoy Benjamín Gil, dirige a los Charros de Jalisco.
Y ahora, su hijo Mateo pisa el mismo terreno como campocorto o tercera base del equipo. Todo empezó con un guante y una pelota en el patio. Lo que parecía solo un juego, hoy es su vida profesional. Ambos visten el mismo uniforme y comparten el mismo sueño.
“Es muy padre (estar en un mismo club), obviamente para la familia también es mejor. Mi esposa -su mamá- (Carly) y su hermano (Gehrig) viajan más fácil a la misma ciudad para vernos; así, tampoco ellos se dividen.”
Benjamín recuerda que al principio, Mateo no mostraba mucha emoción por el beisbol. La relación entre ambos ha pasado por muchos ajustes. Cinco temporadas después, todavía aprenden uno del otro.
“Cuando él empezó a jugar, a los 6 años, como que no tenía mucho interés, pero ya a los 7 tuvo amiguitos con los que se vio bien en un equipo. El equipo era bastante bueno, les fue muy bien, ganaron el campeonato y creo que eso lo llevó a encontrar la pasión por el deporte. Hemos tenido 5 temporadas para acostumbrarnos y entender por qué no hay muchos padres-hijos, jugadores-mánager en beisbol profesional. Hay una línea muy delgada y complicada. No hay muchas personas con quien hablar (sobre ello), así que ha habido curvas de aprendizaje, pero creo que cada año se hace más fácil y más fácil poder jugar con él y que él me maneje.”
Desde antes de llegar a lo profesional, Benjamín ya lo entrenaba. Nunca imaginaron que jugarían juntos a este nivel. Mateo no le da muchas vueltas al tema. Sabe lo que quiere.
“Somos bendecidos de poder compartir el terreno, pero sí, a veces es complicado y es complicado para él. Yo creo que es más complicado para él que para mí, porque, a fin de cuentas, sigue siendo el hijo del mánager. Mucha gente se lo puede tomar a mal en ciertas situaciones, y él creo que lo controla bastante bien y le guarda respeto a sus compañeros y al club. Sí, creo que es difícil por ello mismo, pero intentamos divertirnos con ello. Es la broma en la habitación, que soy su hijo, y nos divertimos, pero, a fin de cuentas, ambos queremos ganar y ese es nuestro objetivo. Y creo que la mayoría, si no probablemente todos los otros jugadores, también respetan eso y saben que todos queremos ganar.”
En el terreno, Benjamín deja de ser papá. Se convierte en jefe. Benjamín tiene claro que la historia la escribirá Mateo.
“En el terreno es trabajo. Le tengo que exigir a él al igual que a cualquier otro jugador, porque depende del resultado mucha gente. No puedo ni ser más duro, porque entonces no se vale para él, ni llevármela más a la ligera, porque entonces no sería lo correcto para sus compañeros. Dentro de lo que es, históricamente, el tercer campeonato de Charros, de aquí a 10, 15, 20 años, van a recordar a Mateo, no a quién fue su papá. Van a recordar a Mateo como un jugador muy importante para conseguir ese campeonato.”
Y también bromea con los gritos que se escuchan desde la tribuna. Benjamín tiene su meta personal, pero sabe lo que prefiere. Mateo toma con humor lo que pasa fuera del diamante.
“Nos da risa cuando la afición nos grita. Créeme que me dicen más ‘suegro’ a mí que lo que le puedan decir a él de mí. Tiene muchos seguidores, femeninas como masculinos, pero nos da risa. Mi mayor sueño es llegar a manejar en Ligas Mayores. Si me preguntas qué prefiero, si manejar en Ligas Mayores o que él llegue a, prefiero que él llegue a Ligas Mayores. Es (más tranquilo en casa) porque juega golf (risas). (Ante los gritos) yo solo estoy enfocado en el juego.”
Y sueña con lo más alto. No todo es fácil. El peso del apellido a veces pesa más de lo justo. Así respondió Mateo cuando le preguntaron si le incomoda que lo llamen “el hijo del papá”. Benjamín también lo ha notado.
“Los objetivos son ganar lo máximo posible. Todavía tengo 24 años, así que mi sueño es llegar a las Grandes Ligas y ganar la Serie Mundial, pero no puedo controlar eso, así que voy a intentar ganar aquí en México lo más posible. A mí no me gusta. Creo que no se vale que el éxito de él, yo no tengo nada que ver con su éxito, es de él y así debe de ser. Si le está yendo bien y me mencionan a mí por que le vaya bien, pues cuando le vaya mal, la gente más se va a meter con él, porque ya se menciona tanto.”
Y lo admira por cómo ha manejado todo eso. Mateo no tuvo el camino fácil dentro del equipo. Se lo ganó.
“Respeto mucho a Mateo porque estuve yo en muchas situaciones muy difíciles en mi carrera, pero nunca en una situación tan difícil como la que él vive todos los días. Desafortunadamente, su papá tiene mucha gente que no le cae bien y, a lo mejor, no la pueden agarrar en contra mía, entonces la agarran en contra de él. Esa gente, desafortunadamente, no les importa la persona. Simple y sencillamente se dan la oportunidad de hacer comentarios, a lo mejor fuera de lugar, pero él sí lo tiene que vivir, y es algo no tan fácil. Por eso yo lo respeto y admiro que ha podido mantener su enfoque en situaciones difíciles. Él no llegó jugando, llegó como suplente. Hubo lesiones y movimientos dentro del roster donde se le fue abriendo la puerta poco a poco y él fue ganándose el lugar en el equipo. Él está tranquilo y se enfoca en hacer su trabajo, y yo en evaluar lo que está haciendo en el terreno de juego como jugado.”
El campeonato con Benjamín Gil y Charros de Jalisco fue especial. Ya habían celebrado títulos juntos, pero esta vez fue diferente.
“La diferencia es que, en los dos campeonatos en Culiacán, él no era jugador titular: era corredor emergente, jugaba la defensiva, en postemporada casi no bateaba, nomás agarró dos turnos. Habían pasado muchas cosas. Él tenía dos años que no había podido participar en el Pacífico porque estaba atorado. Llega la oportunidad de corregir el camino de su carrera (con Charros), pelea por un puesto, se lo gana y tiene una gran participación a lo largo de postemporada. Sí es muy diferente vivir una experiencia con tu hijo cuando es jugador de banca, a cuando es uno de los jugadores importantes del club.”
Mateo también lo recuerda con cariño. Desde niño compartía prácticas con su papá. En la Serie del Caribe 2025, también escribieron historia. Fueron la primera dupla mexicana padre-hijo en representar al país en ese torneo. Solo los dominicanos Felipe y Moisés Alou lo habían hecho antes, en 1990. Y Mateo también hizo historia por su cuenta. En la LMB, es uno de los cinco jugadores que se han robado tres bases en un mismo inning. Una familia que no solo juega beisbol: lo honra.
“Fue divertido crecer jugando para él, yo practicaba mucho con él uno a uno. Es por eso que recibía muchas instrucciones, pero era un niño talentoso, así que él no tenía que decirme mucho, solo pequeñas cosas dentro del juego, pero es muy, muy diferente ahora.”