Los seres queridos de Eder Alfonso Benavides Ruiz no están conformes con el rumbo que ha tomado la búsqueda del joven, quien desapareció el sábado tras acudir a una comida en Padilla, Tamaulipas. Su familia exige que la investigación del caso Eder Alfonso en Victoria se amplíe y no se limite al rastreo en el río, pues tienen serias dudas sobre el ex policía que lo invitó a salir ese día.
Valeria, prima del joven, señaló que Eder es empleado de la Secretaría de Educación estatal y que fue visto por última vez cuando Gerardo “N” pasó por él.
“Por eso pedimos que la policía y la Fiscalía hagan su trabajo de investigar a esta persona, porque están muy enfocados en el río, pero quién nos asegura que mi primo esté ahí”.
La familia detalló que el último mensaje que recibió la madre de Eder fue a las 11 de la noche del sábado. Desde ese momento, no volvieron a tener contacto. El domingo, el ex policía apareció hospitalizado. Primero dijo que tuvo un accidente, pero después aseguró haber sido golpeado, lo que generó más incertidumbre entre los familiares.
“Si te metes al agua el teléfono no funciona, porque todavía timbraba… se presume que se metió al río, pero ¿quién me lo asegura? Ahí aparecieron los tenis, pero a nadie le consta que se haya metido al río, ¿quién me lo asegura?”.
La versión de que Eder cayó al agua no les convence. El domingo, su teléfono todavía daba tono. El lunes ya parecía apagado. Más bien, la familia investigó al ex policía y descubrieron que tiene antecedentes por asalto, además de que no pertenece al entorno cercano de Eder.
“Esta persona no es amigo de mi primo ni alguien que frecuente. Nos parece muy extraño que lo haya buscado justo ese día”.
Durante una manifestación, los familiares aprovecharon para hablar con el gobernador del estado. Le pidieron que se aclare lo que realmente ocurrió y que se investigue a fondo al ex policía. Por ahora, la familia solo quiere respuestas claras. No buscan culpables sin pruebas, pero sí que se explore cada línea posible en el caso Eder Alfonso en Victoria.
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Por Lupita Domínguez González