¿Cuántas veces te han dicho que “el agua es vida”? Probablemente, más de las que puedes contar. Y aunque nadie duda de que es esencial, surge una duda: ¿tomar más agua realmente deja tu piel como de comercial de crema?
Vamos por partes. Sí, el cuerpo necesita agua. De hecho, todo ser vivo la requiere para sobrevivir. Pero como todo en la vida, pasarse tampoco es buena idea. Ni con el agua. Los expertos suelen sugerir tomar entre dos y tres litros al día. Pero ojo, esa cantidad no es universal: depende de tu edad, el clima, cuánto te mueves, tu peso y más.
¿Entonces, el agua si mejora la piel?
La respuesta corta es: sí, pero con matices. Mantenerte hidratado ayuda a que la piel no luzca reseca, pero no esperes milagros. Según la BBC, “se cree que tomar mucha (grandes cantidades) tiene beneficios para la piel, pero señala que no hay evidencia que lo respalde”. En otras palabras, si bebes lo que tu cuerpo necesita, tu piel estará bien. Pero empinarte litros de agua esperando un cutis con una piel de porcelana no tiene sustento científico.
¿Y si te pasas?
Aquí es donde las cosas se complican. La CONADE advierte que beber agua sin control —incluso sin tener sed— puede llevarte a un problema llamado hiperhidratación. Esto ocurre cuando el exceso de líquido diluye los minerales en la sangre. Y ese desequilibrio afecta a los riñones, el corazón y otros órganos que trabajan horas extra para compensar.
Así que no, tomar litros y litros de agua no te hará lucir una piel más joven. Al contrario, podría ponerte en riesgo. La clave está en el equilibrio, ni muy poca, ni demasiada. Bebe agua cuando tu cuerpo lo pida o sigue la recomendación estándar de dos a tres litros por día. Porque sí, tomar agua es bueno, pero —como todo— en su justa medida.