Hace 20 años, el fútbol le dio la fuerza a Rubén Omar Romano para aguantar lo que pocos podrían imaginar. Su secuestro, el 19 de julio de 2005, dejó al país entero en vilo y a su familia destrozada. A plena luz del día, justo al salir de Cruz Azul, en La Noria, Xochimilco, fue levantado por varios hombres armados. Fue el principio de 65 días en los que su vida quedó suspendida, pero el fútbol fue su salvavidas.
La sociedad mexicana no olvidó a Romano, y los diferentes clubes no dudaron en manifestarse. Con pancartas, camisetas y moños blancos, exigiendo la liberación del técnico. La presión fue tal que incluso se pensó en suspender el torneo para forzar a las autoridades a actuar rápidamente.
“Fue mi padre quien primero habló a los medios, pidiendo por mi vida”, recuerda Romano.
El cual añade que Isaac Mizrahi —su asistente— lideró las negociaciones con la banda de los Canchola. Esta organización —dirigida desde el reclusorio de Santa Martha Acatitla— tenía un único objetivo, dinero. Al principio, los secuestradores pidieron el número de Guillermo Álvarez —presidente de Cruz Azul— pero Romano, sin saberlo de memoria, les dio el de Mizrahi.
El secuestro no pasó desapercibido para las autoridades. Vicente Fox, presidente de México, y Andrés Manuel López Obrador —jefe de gobierno de la Ciudad de México— estuvieron al tanto de cada paso del caso. La presión fue constante, pues Romano no solo era un técnico de fútbol, sino una figura pública.
Durante aquellos días, Romano vivió una pesadilla. Atado de pies y manos, solo podía ir al baño y se alimentaba de comida rápida. Pero, en su mente, nunca dejó de visualizarse de nuevo en la banca, dando órdenes a sus jugadores. “El fútbol me mantenía firme”, asegura. La fe, su familia y su amor por el deporte fueron sus pilares, a pesar de la guerra psicológica. Incluso —al final— sintió compasión por sus secuestradores cuando fueron arrestados.
Cuando finalmente fue liberado, su primer pensamiento fue abrazar a su esposa e hijas. Las cuales vivieron un calvario paralelo. Gabriela —su hija mayor— fue la encargada de cerrar las negociaciones con los secuestradores, con la ayuda de la AFI.
El regreso a los entrenamientos fue inmediato. No quería dejar que su mente recordara aquellos días. Romano se negó rotundamente a descansar, aunque la directiva de Cruz Azul se lo sugirió. Volvió a las canchas, con el apoyo de su equipo y el cariño de sus jugadores. A pesar de la difícil situación, dirigió desde la jornada 10 hasta los Cuartos de Final del Apertura 2005. Pero, su sueño de ganar un título con Cruz Azul quedó pendiente, y aún hoy, con 67 años, sueña con regresar y cumplir esa deuda.
Hoy, Rubén Omar Romano sigue vivo en el recuerdo de los aficionados. Ya no está en la dirección técnica. Pero desde su rol como comentarista deportivo en Caliente TV, sigue compartiendo su pasión por el fútbol.