Una de las primeras decisiones importantes que toman los padres al tener un hijo o hija es elegir su nombre. Sin embargo, —más allá del nombre—, hay otro aspecto que también define su identidad: el orden de los apellidos.
Por muchos años, este tema pasó desapercibido, ya que en el Registro Civil de Nuevo León se seguía la costumbre de poner primero el apellido del padre y luego el de la madre. Sin embargo, eso ha ido cambiando con el tiempo.
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Hoy en día, las parejas tienen la posibilidad de decidir qué apellido va primero, siempre y cuando se cumplan ciertas condiciones legales establecidas por el estado.
¿Cuál es el orden tradicional en México?
Históricamente, tanto a nivel legal como cultural, en México se coloca primero el apellido del padre y después el de la madre. Esta práctica tiene raíces profundas en el rol que, durante décadas, tuvo la mujer en la sociedad: una figura relegada y, en muchos casos, considerada una extensión del marido.
Eso provocó que solo se heredaran los apellidos paternos, construyendo “dinastías” exclusivamente masculinas y dejando en segundo plano la identidad materna.
Aunque esta costumbre aún persiste, la ley ya permite modificar el orden en ciertos escenarios.
¿Quién puede elegir el orden de los apellidos en Nuevo León?
Según el Artículo 25 del Código Civil de Nuevo León. Los padres pueden acordar el orden de los apellidos si cumplen alguna de las siguientes condiciones:
- Si están casados, pueden elegir el orden al momento de firmar el acta de matrimonio.
- Esa decisión solo se aplica al primer hijo o hija y no se puede cambiar después.
- Si no están casados, —ambos pueden decidir libremente el orden de los apellidos—, siempre que haya mutuo acuerdo.
- Si no hay acuerdo entre ambos, el Registro colocará primero el apellido del padre y luego el de la madre.
- Si solo uno de los padres acude al registro, ese progenitor podrá escoger el orden libremente.
Este tipo de medidas buscan equilibrar el derecho de ambos padres a participar en la identidad legal de sus hijos e hijas, y al mismo tiempo, romper con prácticas que excluyen la figura materna.