En Ciudad Madero ya se siente el ambiente de fiesta por la Virgen del Carmen —patrona de marinos, pescadores y navegantes—. Esta celebración, llena de fe y tradición, llega a reunir hasta cinco mil personas en la misa que se realiza —cada 16 de julio— frente al imponente río Pánuco, justo al pie del monumento en la colonia La Barra. Quien compartió estos datos fue Carolina Infante Pacheco —cronista de la ciudad— quien además recordó cómo surgió este espacio de devoción.
La historia del monumento se remonta a la iniciativa de las Carmelitas Descalzas. Acompañadas del padre Ignacio Rosiles —quien en ese entonces estaba en la parroquia de San Juan Bosco, ubicada en la colonia Árbol Grande—. El proyecto cobró vida en 2011 gracias al impulso del gobierno municipal de ese momento.
Virgen del Carmen en Ciudad Madero: Esperan una gran participación en la tradicional misa frente al río Pánuco
Pero fue en 2013 cuando la tradición de la Virgen del Carmen en Ciudad Madero, dio un paso más: nació la procesión náutica, una colorida caravana de embarcaciones que surcan el río. Ese primer año participaron hasta 100 lanchas y barcos provenientes de distintas regiones. A este esfuerzo se sumaron los gobiernos locales de Tampico, Madero, Altamira, y también Pueblo Viejo y Pánuco, en Veracruz.
La misa en la Barra convoca a vecinos, familias de colonias cercanas, empresarios, autoridades de los tres niveles de gobierno y turistas. Además, la homilía es encabezada por el Obispo en turno de la diócesis de Tampico. Lo que convierte el evento en un referente del calendario religioso de la zona sur.
La devoción a la Virgen del Carmen es parte viva del turismo religioso en esta región, y año con año los fieles buscan mantener la tradición. La cual forma parte de la identidad de Ciudad Madero. El momento más esperado ocurre cuando las embarcaciones salen desde el varadero de yates en Moralillo, Veracruz, y atraviesan el río Pánuco. Pasando bajo el Puente Tampico, hasta llegar a la colonia La Barra. Donde los espera una comunidad llena de fe y alegría.
Por Rufino Aguilera